Dificultad para entender palabras, especialmente cuando hay ruido de fondo o en un grupo de personas.
Pedir con frecuencia a los interlocutores que hablen más despacio, que vocalicen y aumenten el volumen.
Las voces de otras personas suenan como murmullos o mal articuladas.
Necesidad de aumentar el volumen de la televisión o de la radio.
Dificultad para escuchar determinadas consonantes.
Si la pérdida auditiva se produce en un solo oído, también se encontrarán dificultades para localizar de donde provienen los sonidos.
No participar en conversaciones o evitar reuniones sociales por miedo a no poder comunicarse bien.
Sensación de estar perdiendo el equilibrio o mareado (más común con la enfermedad de Ménière).
Sonido de campaneo o zumbido en los oídos (tinnitus).
En el caso de las otitis, en la forma aguda de la enfermedad existe dolor de oído (otalgia), fiebre e irritabilidad o autofonía (oírse en exceso la propia voz).
En la exploración otológica solo se observan alteraciones en aquellos casos relacionados con traumatismos (ej. rotura de la membrana timpánica) o con otitis (salida de líquido a través del conducto auditivo externo o signos inflamatorios).